SERIE DE APUNTES SOBRE DIVERSOS TEMAS DEL DERECHO Y LA POLÍTICA, APUNTES QUE SIN PRETENSIÓN ALGUNA ABORDAN VARIADOS TÓPICOS

Abelardo González Zamudio

miércoles, 19 de diciembre de 2012

El otro Maquiavelo


Brevísimo análisis sobre las convergencias entre los Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio y El Príncipe


Introducción

Este trabajo busca adentrarse en el análisis de los Discursos sobre la primera década de Tito Livio. Se trata de un intento por entender y explicar algunos conceptos plasmados por Maquiavelo, el padre de la ciencia política, en una obra menos difundida que El Príncipe, pero con una mayor erudición analítica.

El lector de los Discursos se encuentra con Maquiavelo republicano; un Maquiavelo que ve, en la república, la mejor de las formas de gobierno1, y que es, así planteada, aquella en la cual el hombre puede alcanzar la plenitud de la vida.

La primera idea que salta, al saber que se analiza una obra equidistante a El Príncipe, es obviar la ausencia de puntos convergentes entre las mismas y dedicar el análisis a las divergencias. Se es presa fácil de la idea de que los Discursos son las antípodas de la más famosa obra del florentino; sin embargo, el pesimismo antropológico, la preocupación por la grandeza del Estado y el realismo político, son, no sólo convergentes, sino el leitmotiv de ambas obras.

El príncipe y los Discursos, los Discursos y El Príncipe, dos análisis políticos, un sólo politólogo. Este es el punto de partida.

Palabras clave: Maquiavelo, Moral en Maquiavelo, El Príncipe, Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio, Realismo Político, Realismo en Maquiavelo.


De las formas de Gobierno

Aun cuando en el desarrollo del capítulo II, en el libro primero, de los Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio, Maquiavelo, al hacer el análisis de las formas de gobierno, señala que con anterioridad a él “…algunos de los que han escrito de las repúblicas distinguen tres clases de gobierno… monárquico, aristocrático y democrático…  [y que]2Otros … clasifican las formas de gobierno en seis, tres … pésimas y … tres buenas … [y qué estas últimas] …son las antes citadas; [y] las tres malas son degradaciones de ellas, … porque la monarquía con facilidad se convierte en tiranía; el régimen aristocrático en oligarquía, y el democrático en licencia.3, para el florentino, la forma ideal de gobernar una república es: “estableciendo un régimen mixto que de todas participe, el cual será más firme y estable; porque en una constitución donde coexistan la monarquía, la aristocracia y la democracia, cada uno de estos poderes vigila y contrarresta los abusos de los otros.4

Es importante destacar que Maquiavelo es, de los autores políticos, quien primero hace una clara distinción entre Estado y gobierno, así, al inicio de El Príncipe, nos dice: “Todos los Estados,…, han sido y son repúblicas o principados5; en cuanto a los gobiernos, en el caso de la república sigue la clásica división citada en el párrafo precedente, agregando la forma mixta de gobierno, como la mejor para la misma. Por cuanto hace al principado o monarquía, disgrega con claridad el principado constituido por: “Los nobles, cuando comprueban que no pueden resistir al pueblo,…” del constituido por “El pueblo, cuando a su vez comprueba que no puede hacer frente a los grandes,…” y que bien podemos llamar: principado aristocrático, al primero, y principado democrático, al segundo6.

Maquiavelo reduce a dos las formas del Estado: o se es una república y o se es una monarquía.7

Adelantándose a la doctrina del contrato social, a la que da fundamento con su pesimismo antropológico, Maquiavelo basa la necesidad existencial del gobierno, y con ello su legitimación, en dos razones: por un lado en el requerimiento de poner orden a la ambición y las pasiones humanas, que ven por lo individual, antes del bien del Estado, y por el otro, en que es este el único instrumento que asegura la libertad.8


Grandeza del Estado

Reconocido es que el método maquiavélico se basa en el análisis histórico y el estudio de casos. En el análisis de la república, como forma de Estado, toma como referente principal la república romana, y, consistente con su mayor preocupación política, la expone como el ejemplo a seguir si se pretende la grandeza del Estado.

La grandeza de la república romana puede apreciarse desde dos aspectos: la grandeza del Estado y la grandeza del pueblo. Roma, vista por Maquiavelo fue grande en ambos casos.

No es la fortuna o el valor lo que engrandece a Roma, o al menos no son sólo ellos. La libertad es, en Maquiavelo, el rasgo superior que permite el engrandecimiento de un pueblo: “…sólo cuando hay libertad aumentan el poder y la riqueza de los ciudadanos. …cuánta fue la grandeza de Atenas en el espacio de cien años, después que se libró de la tiranía de Pisistrato, y aún es más maravillosa la de Roma después que abolió la monarquía.9, y tal engrandecimiento sólo puede darse en las repúblicas, toda vez que: “No es el bien particular, sino el bien común lo que engrandece los pueblos, y al bien común únicamente atienden las repúblicas. …[ya que]… En ellas sólo se ejecuta lo encaminado al provecho público, aunque perjudique a algunos particulares; pues son tantos los beneficiados que imponen las resoluciones a pesar de la oposición de los pocos a quienes dañan.”10

Por lo que hace al Estado romano, Maquiavelo es claro al establecer como causas del mismo, la virtud de sus gobernantes al permitirle hacerse populosa, “Los que deseen que una ciudad llegue a tener grandes dominios deben procurar por todos los medios hacerla populosa,… Esto se consigue de dos modos: por atracción cariñosa, o por la fuerza.”, [y], “…se observaron en Roma estos dos principios.11, y las alianzas que realizó Roma con otros estados, establece, en ese sentido, que Roma es ejemplo del sistema de alianzas con los pueblos conquistados, “y así logró poder tan grande. Por ser el único estado que constantemente siguió estas reglas fue el único en llegar a tanta dominación12.

De acuerdo con Maquiavelo, la república romana, al forjar ambas cosas, es decir, al volverse populosa y, en la conquista, al aliarse con los conquistados, mediante la preservación de la superioridad de mando, y la capitalidad e iniciativa en las empresas, logró un poder tan grande que los pueblos conquistados, al volverse ciudadanos romanos de pleno derecho, contribuyeron, ya tributando, ya guerreando, en favor del engrandecimiento de Roma.13


Virtud Política

En cuanto a la virtud política Maquiavelo plantea, en los Discursos, como en El Príncipe, que virtuoso es el empleo de poner toda la voluntad posible, y de tener la capacidad suficiente para hacer todo lo necesario en pos de la grandeza del Estado, incluyendo, por supuesto, la determinación de actuar haciendo el mal si la ocasión lo amerita, lo cual vale igual en la república como en el principado.

La prudencia y el valor aplicados a la conservación y grandeza del Estado, aparecen como las virtudes políticas de mayor reconocimiento por parte del florentino, así, plantea en los Discursos: “Digna de censura es la violencia que destruye, no la [prudente] violencia que reconstruye” [por ello], “…Rómulo, por la muerte de Remo y de Tacio, no merece censura, sino absolución.”14, y en El Príncipe: “Trate, pues, un príncipe de vencer y conservar el Estado, que los medios siempre serán honorables y loados por todos;…15 o, más específico aún,  cuando de mantener al Estado se trata, aún las acciones crueles, son virtuosas si en su uso: “… depende [la conservación del Estado] del bueno o mal uso que se hace de la crueldad. Llamaría bien empleadas a las crueldades (si a lo malo se lo puede llamar bueno) cuando se aplican de una sólo vez por absoluta necesidad de asegurarse [el Estado], y cuando no se insiste en ellas, sino, por el contrario, se trata de que las primeras se vuelvan todo lo beneficiosas posible para los súbditos.”16

Aceptable y virtuoso es el uso de la violencia, si ella es necesaria para la fundación, consolidación y preservación de la república, para Maquiavelo, por “regla general… nunca o rara vez ocurre que una república o reino sea bien organizada en su origen o completamente reformada su constitución sino por una sola persona,… indispensable que de uno solo dependa el plan de organización y la forma de realizarla.17, es decir, la fundación debe correr a cargo de uno, y, para ello debe ser lo suficientemente prudente para tener “más en cuenta el bien común que su privado provecho,… mas a la patria común que a su propia sucesión,… [y en este ejercicio virtuoso de fundación] Ningún hombre sabio censurará el empleo de algún procedimiento extraordinario…; pero conviene al fundador que, cuando el hecho le acuse, el resultado le excuse18


Anotación final

Al tenor del realismo discursivo que impregna a los Discursos y a El Príncipe, Maquiavelo es siempre congruente en su análisis político: el hombre es, por naturaleza, un ser pasional; para que pueda vivir en sociedad y en libertad, le es necesario organizar un Estado y, en consecuencia, un gobierno; en el ejercicio de gobierno, la moral política legitima la utilización de la fuerza, aún la ilícita, si con ella se persigue la conservación y grandeza del Estado; cuando el ejercicio de fuerza es prudente y beneficioso para los gobernados, para el bien común, el gobernante actúa con virtud política; siendo la república mixta, la mejor forma de Estado, por ser la única en la cual el hombre puede vivir en plenitud.   

La obra de Maquiavelo requiere de ser revisada y analizada de forma conjunta y no por separado, el realismo en El Príncipe lleva a visualizar a Maquiavelo como un adepto a la monarquía, los Discursos dicen los contrario.

Es, entonces, menester corregir: El príncipe y los Discursos, los Discursos y El Príncipe, un análisis político, un mismo politólogo.


Notas
  1. Maquiavelo, Discursos., Libro II, Capítulo I
  2. El entre corchetes es mío.
  3. Maquiavelo, Discursos Sobre La Primera Década De Tito Livio, Libro I, Capítulo II, en: Constitución WEB, blog publicado por Dres. Juan O. Pons y N. Florencia Pons Belmonte, pág web: http://constitucionweb.blogspot.mx/2011/07/discursos-sobre-la-primera-decada-de_11.html#more.
  4. Maquiavelo, Discursos., Libro I, Capítulo II.
  5. Maquiavelo, El Príncipe, Editorial Porrúa, vigésima primera edición, México 2003, capítulo I, pág. 3.
  6. Maquiavelo, El Príncipe, op. cit. Capítulo IX, págs. 24 y 25.
  7. Principado, en palabras de Nicolás de Maquiavelo.
  8. Maquiavelo, Discursos., Libro I, Capítulo L y ss.
  9. Maquiavelo, Discursos., Libro II, Capítulo I
  10. Maquiavelo, Ibídem.
  11. Maquiavelo, Discursos, Libro II, Capítulo III.
  12. Maquiavelo, Ibídem.
  13. Maquiavelo, Ibíd.
  14. Maquiavelo, Discursos, Libro II, Capítulo IV.
  15. Maquiavelo, El Príncipe, op. cit. pág. 46.
  16. Maquiavelo, El Príncipe, op. cit. págs. 23 y 24.
  17. Maquiavelo, Discursos, Libro I, Capítulo IX.
  18. Maquiavelo, Ibídem.




BIBLIOGRAFÍA:


lunes, 3 de diciembre de 2012

El Príncipe. Análisis conceptual.


Los conceptos de Política, Moral y Razón de Estado en Maquiavelo

Introducción:

Quién mejor que el propio Maquiavelo para introducirnos en la conceptualización realista de la política. Hablando de la patria, el florentino dice: “…cuando hay que resolver acerca de su salvación, no cabe detenerse por consideraciones de justicia o de injusticia, de humanidad o de crueldad, de gloria o de ignominia. Ante todo y sobre todo, lo indispensable es salvar su existencia y su libertad.”1

Maquiavelo es un realista de la política, lo deja en claro cuando expresa: “…me ha parecido más conveniente ir tras la verdad efectiva de la cosa que tras su apariencia,… muchos se han imaginado como existentes de veras a repúblicas y principados que nunca han sido vistos ni conocidos…”2 No es exagerado acoger la obra de Maquiavelo como la primera obra realista de política3 en oposición a las de filosofía política escritas por Platón, Aristóteles, Polibio, Cicerón, Agustín de Hipona, Tomás de Aquino y Marsilio de Padua. La obra de Maquiavelo es avalorativa, si acaso fue el primero que logró despojar el análisis de la política, de la influencia o visión religiosa y, por lo tanto, de la moral con que se le estudiaba con anterioridad a su tiempo, en ese sentido, toda vez que entiende y trasmite la política como un saber autónomo, distinto e incluso independiente de la religión y la moral, es un análisis científico-político, o, si se prefiere, de ciencia política. Como él mismo lo expresa, se alejó del cómo debe ser el Estado, para analizar y explicar el cómo es el Estado: “Queda ahora por analizar cómo debe comportarse un príncipe en el trato con súbditos y amigos. Y por que sé que muchos han escrito sobre el tema, me pregunto, al escribir yo ahora, si no seré tachado de presuntuoso, sobre todo al comprobar que en esta materia me aparto de sus opiniones.” 4


Moral y Razón de Estado

Dos son las razones en que fundamenta Maquiavelo lo que conocemos hoy como Razón de Estado5, su visión acerca de que los hombres son perversos por naturaleza6, y  su principalísima preocupación en relación con la preservación y la grandeza del Estado, que es el leitmotiv en y de El Príncipe. El pesimismo antropológico de Maquiavelo se hace patente en la sentencia: “… de la generalidad de los hombres se puede decir esto: que son ingratos, volubles, simuladores, cobardes ante el peligro y ávidos de lucro. Mientras les haces bien, son completamente tuyos,…pues… ninguna necesidad tienes de ello; pero cuando la necesidad se presenta se rebelan.”7 La preocupación por la conservación del estado, se encuentra plasmada y dispersa a todo lo largo de todo El Príncipe.

En función de las razones expuestas, Maquiavelo considera la labor del gobernante8 como la única y necesaria vía para dominar la natural perversidad del ser humano y el Estado como el ámbito de realización de ella, así, el gobernante no puede comportarse como cualquier hombre, porque le es debido, como labor última, conservar su estado. Al hombre de estado,9 para conservar su estado, le esta permitido recurrir a cualesquiera medios considere necesarios para su consecución; no importa si los medios de que se vale son basados en las leyes o, únicamente, en la fuerza, si son legítimos o repudiados, si son justos o injustos, si son nobles o viles, de acuerdo con Maquiavelo, tiene sólo dos maneras de lograrlo, una, con las leyes, otra, con la fuerza, la primera es la manera distintiva de hombre, la segunda de las bestias.10

Es en la segunda de estas maneras, la de la fuerza, distintiva de las bestias, en la cual queda claro el planteamiento y la conceptualización moral de Maquiavelo, la moral de la política, y no podría ser de otra forma, pues es la política, y no otra cosa, el objeto de análisis del florentino. Cuando el gobernante “… se ve obligado a comportarse como bestia, conviene que… se trasforme en zorro y en león, por que león no sabe protegerse de las trampas ni el zorro protegerse de los leones. [Cuando se es gobernante, se debe],… ser zorro para conocer las trampas y león para espantar a los lobos”11, de ahí que la moral que le aplica al gobernante no es la misma moral que la del resto de los hombres, no puede exigírsele que se comporte como se le exige que se comporte al gobernado.

Maquiavelo plantea la moral del Príncipe, no como una moral contraria a la moral del resto de los hombres, sino distinta, de otra especie; para él, la moral de la política es una moral realista, que es, y que no puede ser valorada en razón de juicios estimativos como: lo que debiera ser bueno, o justo. La moral política, condicionada por la lógica de la razón de estado, es decir, por la necesidad de conservar el estado, justifica, en el gobernante, la realización de actos que la moral común condenaría, en ese sentido, es una moral que no permite idealizar el deber ser.


Política, Poder y Fuerza

Maquiavelo distingue, con claridad, el ejercicio de la política de cualquier otro quehacer social del hombre, incluido, claro está, el espiritual. Plantea la política como el conjunto de las relaciones que enmarcan la lucha de los hombres por el poder, es decir la relación entre sujetos encontrados. En el príncipe, las formas de gobierno no son el tema central, de hecho, la discusión respecto a las mismas es despreciada por su autor: “Dejaré a un lado el discurrir sobre las repúblicas… Me dedicaré sólo a los principados,… establecer cómo pueden gobernarse y conservarse tales principados.”12

Por lo que hace al poder, conceptualiza este como el ejercicio de dominio sobre las cosas, incluidos territorios y semejantes. Hemos establecido líneas arriba la visión negativa que del hombre tiene Maquiavelo, en base a ello, en distintos momentos y a lo largo de El Príncipe, aconseja al gobernante disponer medios de coacción, incurrir en la infamia de  vicios necesarios13, ser más temido que amado14, o ser a la vez el zorro y el león15, todos estos señalamiento están encaminados no ha la consecución del poder, sino a la conservación del mismo, en ese sentido, más que un tratado de política, El Príncipe, es un tratado sobre el poder y la fuerza que se hace necesaria, en el ámbito de lo político, para la conservación de éste.

Finalmente, se hace inevitable valorar el concepto de fuerza, en relación con lo necesario de su uso, es decir, aun cuando Maquiavelo recomienda al gobernante ser prudente, si requiere usar la fuerza, debe hacerlo, porque esta es un instrumento de la razón de estado.16



 NOTAS: 
1.   Maquiavelo, Discursos Sobre La Primera Década De Tito Livio, Libro III, Capítulo XLI, en: Constitución WEB, blog publicado por Dres. Juan O. Pons y N. Florencia Pons Belmonte, pág web: http://constitucionweb.blogspot.mx/2011/07/discursos-sobre-la-primera-decada-de_11.html#more.
2.     Maquiavelo, El Príncipe, Editorial Porrúa, vigésima primera edición, México 2003, pág. 39.
3.   Para Maquiavelo como pionero del realismo político, véase Bobbio en el ensayo: Marx, el Estado y los clásicos, en Norberto Bobbio: El Filósofo y la Política, Antología a cargo de José Fernández Santillán, Fondo de Cultura Económica, México, 2002, pág. 77.
4.     Maquiavelo, El Príncipe, Editorial Porrúa, vigésima primera edición, México 2003, pág. 39.
5.     En toda su obra, Maquiavelo nunca alude a tal nominación. Omar Guerrero comenta, que de acuerdo con García Pelayo, fue Guiccardini hacia 1521 quien primero hizo uso del término razón de estado,  Notas sobre la Teoría de la Razón de estado, 1989, pág.35.
6.     Maquiavelo, op cit., pág. 43.
7.     Maquiavelo, Ibídem, pág. 42.
8.     Aludo al gobernante como sinónimo de: el príncipe en Maquiavelo, quien es, de acuerdo con Bobbio, “… en general cualquier detentador del sumo poder político”. Bobbio, op. cit. pág. 145
9.     Al príncipe, diría Maquiavelo
10.  Bobbio establece aquí el núcleo duro de la llamada doctrina de la razón de estado. Op. cit., pág. 145.
11.  Maquiavelo, op cit., pág. 44.
12. Maquiavelo, Ibídem, pág. 3. No hay, efectivamente, discusión alguna en El Príncipe, respecto a la comparación entre república y monarquía.
13.  Maquiavelo, El Príncipe, capítulo XV.
14.  Maquiavelo, El Príncipe, capítulo XVII.
15.  Maquiavelo, El Príncipe, capítulo XVIII.
16.  Maquiavelo, El Príncipe, capítulo XIX.




BIBLIOGRAFÍA:

  • Bobbio Norberto, MARX, EL ESTADO Y LOS CLÁSICOS, El Filósofo y la Política, Antología, José Fernández Santillán, Fondo de Cultura Económica, México, 2002.
  • Braun, Rafael. Reflexión política y pasión humana en el realismo de Maquiavelo, En publicación: Fortuna y Virtud en al República Democrática. Ensayos sobre Maquiavelo. Tomás Várnagy Clacso, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina, 2000. Disponible en la web: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/mauiavelo/braun.pdf
  • Guerreo, Omar, Notas sobre la Teoría de la Razón de estado, Revista de la Academia de la Investigación Científica, Colegio, México, 1989, Vol. 40, Núm. 1, p. 31 a 38.
  • Maquiavelo, DISCURSOS SOBRE LA PRIMERA DÉCADA DE TITO LIVIO, Libro III, Capítulo XLI, en: Constitución WEB, publicado por Dres. Juan O. Pons y N. Florencia Pons Belmonte, pág. web: http://constitucionweb.blogspot.mx/2011/07/discursos-sobre-la-primera-decada-de_11.html#more.
  • Maquiavelo, EL PRÍNCIPE, Editorial Porrúa, vigésima primera edición, México 2003.

domingo, 18 de noviembre de 2012

La democracia como expectativa


Es un error sacar a la democracia del ámbito de lo puramente político.

La democracia es un método que permite formar y tomar las decisiones colectivas y obligatorias que toda asociación de hombres requiere, es decir, es una forma de gobierno, o, si se prefiere, una forma de operación del sistema político.

La democracia, en contraposición a la autocracia, permite la participación del mayor número de individuos, en las condiciones más igualitarias posibles.

Cuando sacamos a la democracia del ámbito político, y la llevamos a otros terrenos del actuar del hombre, como pueden ser: la economía, la cultura o la sociedad (como un todo), entonces ponemos en peligro a la democracia como lo que, una forma de gobierno. Cuando la democracia es sacada del contexto de la política, normalmente se usa para engalanar a otras voces de las ciencias del hombre, por ejemplo, se habla de: "cultura democrática", "economía democrática", "familia democrática", en el colmo, "empresa democrática", en esta última expresión, la de "empresa democrática" ¿quien decide a que se dedica la empresa?  o, en otro de los extremos: "deporte democrático". 

El peligro está en la generación de las expectativas. Por clientelismo, casi siempre político, se generan muchas expectativas en torno al término democracia. Expectativas que después de fracasar tienden a generar desencanto con el método democrático.

Adjetivar de democrática a una sociedad, o a cualesquiera de las actividades del ser humano, implica visualizarla como un sistema ideal. Cuando se adjetiva cualquier actividad como democrática, estamos generando, en torno a esta última, un cúmulo de expectativas. Al adjetivar, por ejemplo, a una sociedad de democrática, se presenta a la democracia, como la panacea generadora de una igualdad que está fuera de su alcance.

La democracia es el método, no la decisión, cuando lo decidido es erróneo, no fracasa la democracia como método para formar y tomar decisiones, fracasa la decisión, ya por incompetencia del o los que ejecutan las decisiones, ya por inexperiencia o ya por cualesquiera otros motivos, incluida la decisión misma. Las expectativas deben formarse a partir de la idea, no del método. Debería ocurrir lo mismo que con la ciencia y su resultado, cuando este es un fracaso, la ciencia queda a salvo, finalmente es sólo el método.

Es preferible mantener a la democracia en el terreno puramente del quehacer político: allí donde existe un método pacífico para elegir gobiernos por el principio de mayoría, respetando y garantizando los derechos de las minorías, principalmente el derecho a convertirse en gobierno, existe un sistema político democrático, no una sociedad democrática.

sábado, 13 de octubre de 2012

La Política. Concepto.

¿Qué debemos entender por política?

Es el ámbito o esfera social, en el cual tienen lugar, de manera conjunta, las acciones de determinados sujetos (individuales o colectivos) tendientes a la conquista y ejercicio del poder  soberano, poder dirigido a influir y/o determinar, de manera directa o indirecta, por la vía de hecho o de derecho, la conducta o accionar de otros sujetos (individuales o colectivos), mediante la formación y/o toma de decisiones de carácter general o colectivo y obligatorias, en el seno de una comunidad dada.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Intento de respuesta a suspiros Aristocráticos


Manuel Oyarzún Pérez, escribió: •  Ortega dice en su texto "La Revolución de las Masas" que el mejor sistema de gobierno es la Aristocracia, porque ciertamente son los mejores de los individuos de cada nación los que deben ejercer el poder y administrar dicha nación para que ella progrese y se desarrolle realmente. Pero aclara, para que ningún arribista o desclasado se suba por el chorro y piense que "aristocracia" denota a una cierta minoría que por el pigmento y apariencia física, el apellido o es estatus socioeconómico tiene cierto derecho "natural" a gozar de privilegios y prebendas, sino que el término alude a los que son los mejores ciudadanos, responsables, comprometidos con el desarrollo armónico de su comunidad, preocupados de su realidad nacional y que están en la lucha por las conquistas de una vida mejor para todos. Y remata señalando que en la sociedad humana hay dos tipos de hombres: los egregios, que son la minoría selecta, que se exigen a sí mismos, y están en constante crítica y análisis de sí mismos para darse una existencia auténtica que sea un aporte al progreso de su sociedad; y los hombres-masa, que son aquellos individuos adocenados, repetidos por millones hasta el tedio, que hablan como les dicen que hay que hablar, lo que hay que hablar y cómo, sin cuestionarse mayormente, piensan lo que hay que pensar y actúan como hay que actuar y están cómodos en su vida inauténtica. Entonces, ¿entre cuales buscaremos acuerdos y consensos para avanzar en el tema de los Human Rights?

El mismo Manuel Oyarzún Pérez, reiteró: Ortega, pensador hispano, profundo y prolífico decía en su "Revolución de las masas" que el mejor sistema de gobierno era la aristocracia y añadía a continuación que no se refería a un grupo privilegiado de la sociedad humana cuyas prebendas se fundaban en títulos nobiliarios de dudosa legitimidad sino, como la etimología del término claramente lo afirma, en el gobierno de los mejores que no otra cosa significa "aristos". Mejores ciudadanos, honrados, solidarios, sensibles, comprometidos con el desarrollo y progreso de la comunidad entera y éstos sujetos egregios no pertenecen a un estrato socioeconómico determinado y excluyente sino que se encuentran difusos en todo el cuerpo social, tanto en los sectores de clase alta como en los de clase media y baja. Porque dos tipos de hombres hay: las minorías selectas, formadas por individuos que se autoexigen, se esfuerzan por llevar una existencia auténtica, siguiendo los propios dictados de su consciencia, buscando la verdad, la justicia, la convivencia, aunque ello signifique persecución, cárcel o muerte en el peor de los casos. Y junto a ellos la masa integrada por los hombres adocenados que dicen, actúan y piensan lo que se les indica por diversos medios que digan, actúen y piensen. Si buscamos, pues, el pluralismo y los consensos ente éstos últimos estamos posibilitando que gobiernen los que están para ser gobernados, invirtiendo el orden ideal. 

En busca de generar el debate público, punto nodal de la democracia, he expresado:

Lo opuesto a la aristocracia, es la oligarquía, no la democracia. Ambas comparten en su esencia ser el gobierno "de los pocos"; difieren en que la aristocracia puede ser concebida como el gobierno de "los pocos, mejores, y para beneficio de los más", la oligarquía, en cambio, como el gobierno "de los pocos, mejores o peores, en beneficio de los menos, incluido, claro, el propio".

Ese es, salvado el velo de la vestidura electoral que aparenta una democracia, el gobierno que tenemos en Latinoamérica, "el de los pocos". Nuestros gobiernos son en algunos casos más cercanos a la aristocracia, en otros (casi en todos) más cercanos a la oligarquía, o qué si no, es un gobierno en que las cúpulas partidistas se ponen de acuerdo para sacar, o no sacar, reformas legales, dependiendo de los costos electorales o políticos que les impliquen.

Cuando hablo de democracia me refiero simple y sencillamente a la forma de tomar las decisiones fundamentales, entre las que se incluyen, necesariamente, quien o quienes van a tomar las decisiones obligatorias para todos los miembros de un colectivo dado, la respuesta a ese quién, es, claro, un resultado aristocrático u oligárquico, ello porque no todos podemos ser llamados día a día a decidir. ¿Dónde queda entonces la democracia? No en el ejercicio de votar para elegir al sujeto gobernante (individual o colectivo), eso por sí sólo no es democracia, ello es sólo uno de los que he llamado operadores democráticos. Junto a las elecciones libres, la democracia reclama la instauración de otros operadores: Referéndum, Plebiscito, Revocación de mandato (si te elijo debo poder quitarte), Transparencia y rendición de cuentas, etc., operadores en los que coexisten, y por medio de los cuales funcionan los tres elementos esenciales de la democracia, a saber, la participación, el debate público y el consenso.

Ahora bien, la referencia a aquellos que no son "los mejores", como "hombres adocenados que dicen, actúan y piensan lo que se les indica por diversos medios que digan, actúen y piensen. Si buscamos, pues, el pluralismo y los consensos ente éstos últimos estamos posibilitando que gobiernen los que están para ser gobernados, invirtiendo el orden ideal."(1) provoca aclarar que el consenso democrático no implica que gobiernen esos hombres que llaman "adocenados", el consenso democrático implica que participen en la formación y toma de decisiones, incluida, claro está "quien gobierna", pero también "cómo gobierna". ¿Manipulables? sí, en el apoyo, pero también en la protesta, y una de las batallas democráticas es, precisamente, contra el ya famoso "homo videns" sartoriano.

A ésta altura vale la pregunta: ¿a dónde vamos con todo esto?, pero vale igual responder: la pregunta no es por el "a dónde vamos", la pregunta debe ser por: ¿qué vamos a hacer?, porque habrá acuerdo en el sentido de que la aristocracia y oligarquía actual no gobierna para los más, no gobierna para los ciudadanos que día a día, salimos a rifárnosla a la calle, a trabajar y buscar un mayor bienestar propio y de nuestras familias, no gobiernas para nosotros. Habrá acuerdo en que esa masa amorfa que constituimos "los más" y que no somos "aristócratas oligárquicos", políticos, es su nombre de pila, sabemos tomar decisiones, que de hecho, nos la pasamos todos el día, toda la vida, tomando decisiones, y que, en función no de ello, sino por ello, podemos, estamos capacitados, para tomar las decisiones básicas del consenso democrático.

Termino, la democracia implica, porque es uno de sus elementos esenciales, el debate público, y sólo en la medida de que hagamos de éste una cultura podremos a aspirar a una verdadera democracia, que por lo demás, no tiene obligación, porque no es su campo de acción, el erradicar pobreza, distribuir riqueza, generar crecimiento, eso es materia, trabajo, de la economía. La democracia es simplemente un método, un arte digo yo, de tomar las decisiones de gobierno, el endilgarle tareas que no le corresponden, y que por tanto no sabe resolver, es erosionar la idea que sobre ella tenemos, es dictarle sentencia de muerte y abrir el camino para edificar gobiernos sin la participación de la mayoría.

viernes, 13 de abril de 2012

EL CONSENSO POLÍTICO. En pos de una tipología de la formas de gobierno

El acuerdo de los pocos o los muchos, pero no de todos, es lo que, en la esfera del sistema de relaciones de poder encaminadas a determinar o influir en la toma de las decisiones colectivas de carácter obligatorio, denominamos consenso político.

El consenso político tiene dos rasgos esenciales:

  • No implica aceptación o consentimiento del resultado que emana de los acuerdos tomados.  Lo anterior es claro a la luz del ejemplo de un proceso electoral en el que rige el principio de mayoría o, más notoriamente, en el que rige la representación proporcional, proceso que implica  un consentimiento de las reglas (como la de mayoría) que fundamentan el procedimiento de toma de acuerdos, pero no necesariamente los acuerdos. El consenso político es en todo caso una ausencia de negación de los resultados del acuerdo. Determinado por la Real Academia de la Lengua Española como: El acuerdo producido por consentimiento entre todos los miembros de un grupo o entre varios grupos, en el caso del terreno político, dicho acuerdo se refiere sólo a la parte procedimental, es decir, al cómo se toman las acciones de gobierno, más no a las acciones mismas.
  •  Se fundamenta en el principio de tolerancia al disenso, es decir, a la aceptación de la existencia y respeto de postura o posturas distintas a aquellas de las que emana el acuerdo.  La no existencia del disenso elimina el consenso político, en el caso, nos encontramos frente a la unanimidad.  Sin disenso, sin posturas contrarias, no hace falta el consenso político, es decir, ante opiniones iguales, qué caso tiene procurar acuerdos; toda vez que voluntaria o impositivamente se obtiene la unanimidad, el consenso político no tiene razón de ser. En la unanimidad no hace falta deliberar ni acordar, existe ya un resultado conocido, evidente.


A partir de la noción de consenso político propuesta, de su existencia o ausencia, y de la respuesta a la interrogante ¿Quiénes y en qué forma  consensúan?, emana una tipología tripartita de las formas de gobierno.

Partamos de una primera diferenciación, aquella que proviene de la necesidad o no, de tomar acuerdos. Existen sistemas de relaciones de poder, en donde la toma de las acciones de gobierno, es decir, las decisiones generales y obligatorias para la colectividad, requiere de acuerdos entre posturas encontradas, frente a éstos, existen otros sistemas en los cuales las acciones de gobierno son tomadas en unanimidad. Tal unanimidad se presenta algunas veces en forma voluntaria, lo que únicamente es observable en sistemas relativamente pequeños y con alta cohesión; pero la mayoría de las veces la unanimidad proviene de la imposición de quien detenta el poder. Para los fines de nuestra disertación, lo que cuenta es la ausencia o existencia del requerimiento de acuerdos.

En donde no hacen falta los acuerdos, donde el consenso político no es necesario, la forma de gobierno es autocrática, toda vez que las decisiones generales y obligatorias son tomadas por un solo sujeto o entidad -individual o colectiva- (1).

Ahora bien, en los sistemas políticos en los cuales hay que tomar acuerdos, nuestra tipología responde a la interrogante ¿Quién o quiénes y en qué forma consensúan?

Cuando en el consenso político intervienen los más, y la forma es pacífica, estamos en presencia del tipo de gobierno Democrático, sin embargo, el concepto democracia no se agota con el consenso, éste es sólo uno de sus elementos esenciales, junto a él, para que exista la democracia hacen falta la participación y la deliberación.

Autocracia y Democracia son tipos extremos, pero no absolutos; entre ambos, y con ambos, coexiste el tipo de gobierno Partidocrático, que resulta de la toma de acuerdos por los menos, algo que en la antigüedad hubiera podido ser identificado como oligarquía. ¿Quiénes  consensúan  en la partidocracia?, en ella los acuerdos se toman entre las cúpulas dirigentes de los partidos políticos, existe, ciertamente, participación del colectivo mediante procesos electorales, pero los temas a debatir son impuesto desde los partidos, mediante consenso político previamente fraguados entre ellos mismos. 

A diferencia de la democracia, en la partidocracia consensúan los menos, en lugar de los más; la deliberación es cerrada a temas impuestos en lugar de abierta, y la propia deliberación es conducida, cuando no inducida, por los que consensúan (los partidos); finalmente, la participación sólo es plena en la jornada electoral, pero las opciones electorales, son también impuestas, es decir, no hay espacio para operadores políticos fuera de las cúpulas partidistas.

Entre la Autocracia y la Democracia, encontramos la Partidocracia,. Su acercamiento a uno u otro extremo está dado en función del propio consenso político tomado por los partidos políticos, y plasmado en las leyes por ellos consensuadas.


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1. En éste punto sigo básicamente las ideas expresadas por N. Bobbio respeto del tema.

martes, 20 de marzo de 2012

Respecto al proyecto del Ministro Zaldívar en el caso de F. Cassez


EL CASTIGO Y LA CIVILIZACIÓN

Comentario publicado en el blog de Jesús Silva-Herzog Márquez

En relación con el proyecto Cassez, asiste pronto a la razón el argumento de responsabilidad política (que no legal) del ministro Zaldívar. Remontándonos al caso de la Guardería ABC, Zaldívar es coherente y consistente con la necesidad de generar responsabilidad política y legal en el accionar de las autoridades administrativas. Ello lo replica en el affaire Cassez.

En contrapartida, es claro el argumento que expone Manuel García Rendón, en la fase acusatoria no es posible, por simple congruencia mental, acusar a quien se presume inocente; para ello deberíamos contar con una forma acusatoria del tipo: "Señor juez, presento ante usted a "fulano" para que lo procese por el delito de "x", lo presumo inocente, sin embargo, como "perengano" lo vio, "sultano" lo escuchó y el mismo lo confesó, la ley me obliga a presentárselo". Esa forma resulta incoherente al más básico proceso racional. Presunción es sinónimo de creencia, inferencia, deducción, confianza en, ¿cómo puedo acusarte si creo o deduzco, si tengo confianza en que eres inocente?, la forma no aplica para la fase acusatoria del proceso penal. Te acuso con el juez porque te creo, porque deduzco, porque infiero, que eres presunto responsable de haber cometido "x" ilícito. Aquí Zaldívar se equivoca.

No le falta razón a Gerardo Duque: "es clara nuestra inseguridad (colectiva) ante presiones extranjeras. Es posible ajustar la sentencia, sin desechar todo por tecnicismos. No caigamos en maniqueísmos."




LEER PARA PENSAR, ENTONCES EXISTIR


Aversión al Debate.

Tarde, han pasado casi dos meses desde su publicación, me he encontrado con un comentario de Jesús Silva-Herzog Márquez en su blog. La tardanza no le resta importancia, muy al contrario, reconoce, vía el retome tardío, lo vital que encierra el análisis.

Consistente es mi insistencia en el aula universitaria, respecto al contenido de referentes que conlleva cualquier conceptualización en el terreno de las ciencias sociales. La Democracia, como categoría política, debe ser analizada bajo el rigor lógico de las ciencias y siempre ser referenciada a sus elementos esenciales, a saber: participación, deliberación y consenso. La falta, ninguneo o seria afectación a cualquiera de los referentes, implican un cambio de categoría, es decir, estaremos hablando de “algo” distinto a la democracia, no de ella.

En éste sentido reviste importancia lo comentado por el maestro Silva-Herzog Márquez: “La aversión a la polémica no es, desde luego, un vicio exclusivo de la clase política. El repudio es nacional. Es infrecuente entre nosotros que el desacuerdo sea un juego de inteligencia, de razón y, por supuesto, de humor. Una partida que acepta y anticipa la jugada del otro, es decir, que reconoce su derecho a la réplica. Un juego que entiende que la discrepancia implica rivalidad pero no es una declaración de guerra. Discutir parece actividad de mal gusto, una agresión, una insolencia. Debatir es arruinar la fiesta de lugares comunes, vaguedades, evasivas y demás tributos a la falsa fraternidad. La aversión a la polémica nos lleva, así, de la etiqueta más barroca a la riña más pedestre.

¿Dónde queda entonces la democracia cuando la sociedad que pretende erigirse como demócrata, rehúye el debate, siente pánico ante la posibilidad de tener que, o el deber de debatir? ¿Queda reducida sólo al espacio de la política profesional? NO. En México la democracia no es en realidad en el sistema o régimen político, prueba de ellos son la propia Constitución Federal y las leyes electorales, que en lugar de propugnarla la inhiben, obstaculizan y aún, la suprimen. Sin deliberación, sin debate público, un régimen político es algo muy distinto a la esencia del ser democrático.

Para la lectura completa del cometario:

jueves, 1 de marzo de 2012

LEER PARA PENSAR, ENTONCES EXISTIR


Voto razonado y elecciones auténticas. De John M. Ackerman

Dos puntos fundamentales a resaltar:

1) Sentencia el investigador el IIJ-UNAM: “La mera celebración de elecciones no es suficiente para legitimar el ejercicio del poder público.” 

Éste es uno de los temas, si no es que el tema, más escabroso de la teoría democrática. Afirmar, o pensar, que es mediante elecciones periódicas y libres como se conforma una democracia, no es más que una corta pretensión. En la democracia intiman tres rasgos esenciales, a saber, deliberación, participación y consenso, el voto activo, ejercicio de elección de gobernantes, es sólo uno de los aspectos de la participación, no implica, sin embargo, todo el espectro de la misma, aquí se desarrollan los procesos de formación y toma de decisiones mediante plebiscito y referéndum, por ejemplo.

2) Exige, por otro lado que el organizador del proceso electoral genere condiciones que fomenten, de nueva cuenta, la participación, pero también la deliberación, y no sólo entre los actores políticos activistas, también entre los ciudadanos: “El IFE existe no solamente para contar boletas electorales, sino también para facilitar un contexto de participación y exigencia ciudadanas que obligue a los candidatos a rendir cuentas a la sociedad y a proporcionar suficiente información para el ejercicio de un voto razonado.” …  “el IFE también debería… convocar a debates ciudadanos sobre la problemática nacional. No hace falta que esté presente ninguno de los candidatos para que los ciudadanos reflexionen sobre la coyuntura y analicen las propuestas de los partidos.” 

Puede leerse el artículo de John M. Ackerman, en Proceso: http://ht.ly/9lTbq o seguirle en Twitter: @JohnMAckerman