SERIE DE APUNTES SOBRE DIVERSOS TEMAS DEL DERECHO Y LA POLÍTICA, APUNTES QUE SIN PRETENSIÓN ALGUNA ABORDAN VARIADOS TÓPICOS

Abelardo González Zamudio

miércoles, 30 de mayo de 2012

Intento de respuesta a suspiros Aristocráticos


Manuel Oyarzún Pérez, escribió: •  Ortega dice en su texto "La Revolución de las Masas" que el mejor sistema de gobierno es la Aristocracia, porque ciertamente son los mejores de los individuos de cada nación los que deben ejercer el poder y administrar dicha nación para que ella progrese y se desarrolle realmente. Pero aclara, para que ningún arribista o desclasado se suba por el chorro y piense que "aristocracia" denota a una cierta minoría que por el pigmento y apariencia física, el apellido o es estatus socioeconómico tiene cierto derecho "natural" a gozar de privilegios y prebendas, sino que el término alude a los que son los mejores ciudadanos, responsables, comprometidos con el desarrollo armónico de su comunidad, preocupados de su realidad nacional y que están en la lucha por las conquistas de una vida mejor para todos. Y remata señalando que en la sociedad humana hay dos tipos de hombres: los egregios, que son la minoría selecta, que se exigen a sí mismos, y están en constante crítica y análisis de sí mismos para darse una existencia auténtica que sea un aporte al progreso de su sociedad; y los hombres-masa, que son aquellos individuos adocenados, repetidos por millones hasta el tedio, que hablan como les dicen que hay que hablar, lo que hay que hablar y cómo, sin cuestionarse mayormente, piensan lo que hay que pensar y actúan como hay que actuar y están cómodos en su vida inauténtica. Entonces, ¿entre cuales buscaremos acuerdos y consensos para avanzar en el tema de los Human Rights?

El mismo Manuel Oyarzún Pérez, reiteró: Ortega, pensador hispano, profundo y prolífico decía en su "Revolución de las masas" que el mejor sistema de gobierno era la aristocracia y añadía a continuación que no se refería a un grupo privilegiado de la sociedad humana cuyas prebendas se fundaban en títulos nobiliarios de dudosa legitimidad sino, como la etimología del término claramente lo afirma, en el gobierno de los mejores que no otra cosa significa "aristos". Mejores ciudadanos, honrados, solidarios, sensibles, comprometidos con el desarrollo y progreso de la comunidad entera y éstos sujetos egregios no pertenecen a un estrato socioeconómico determinado y excluyente sino que se encuentran difusos en todo el cuerpo social, tanto en los sectores de clase alta como en los de clase media y baja. Porque dos tipos de hombres hay: las minorías selectas, formadas por individuos que se autoexigen, se esfuerzan por llevar una existencia auténtica, siguiendo los propios dictados de su consciencia, buscando la verdad, la justicia, la convivencia, aunque ello signifique persecución, cárcel o muerte en el peor de los casos. Y junto a ellos la masa integrada por los hombres adocenados que dicen, actúan y piensan lo que se les indica por diversos medios que digan, actúen y piensen. Si buscamos, pues, el pluralismo y los consensos ente éstos últimos estamos posibilitando que gobiernen los que están para ser gobernados, invirtiendo el orden ideal. 

En busca de generar el debate público, punto nodal de la democracia, he expresado:

Lo opuesto a la aristocracia, es la oligarquía, no la democracia. Ambas comparten en su esencia ser el gobierno "de los pocos"; difieren en que la aristocracia puede ser concebida como el gobierno de "los pocos, mejores, y para beneficio de los más", la oligarquía, en cambio, como el gobierno "de los pocos, mejores o peores, en beneficio de los menos, incluido, claro, el propio".

Ese es, salvado el velo de la vestidura electoral que aparenta una democracia, el gobierno que tenemos en Latinoamérica, "el de los pocos". Nuestros gobiernos son en algunos casos más cercanos a la aristocracia, en otros (casi en todos) más cercanos a la oligarquía, o qué si no, es un gobierno en que las cúpulas partidistas se ponen de acuerdo para sacar, o no sacar, reformas legales, dependiendo de los costos electorales o políticos que les impliquen.

Cuando hablo de democracia me refiero simple y sencillamente a la forma de tomar las decisiones fundamentales, entre las que se incluyen, necesariamente, quien o quienes van a tomar las decisiones obligatorias para todos los miembros de un colectivo dado, la respuesta a ese quién, es, claro, un resultado aristocrático u oligárquico, ello porque no todos podemos ser llamados día a día a decidir. ¿Dónde queda entonces la democracia? No en el ejercicio de votar para elegir al sujeto gobernante (individual o colectivo), eso por sí sólo no es democracia, ello es sólo uno de los que he llamado operadores democráticos. Junto a las elecciones libres, la democracia reclama la instauración de otros operadores: Referéndum, Plebiscito, Revocación de mandato (si te elijo debo poder quitarte), Transparencia y rendición de cuentas, etc., operadores en los que coexisten, y por medio de los cuales funcionan los tres elementos esenciales de la democracia, a saber, la participación, el debate público y el consenso.

Ahora bien, la referencia a aquellos que no son "los mejores", como "hombres adocenados que dicen, actúan y piensan lo que se les indica por diversos medios que digan, actúen y piensen. Si buscamos, pues, el pluralismo y los consensos ente éstos últimos estamos posibilitando que gobiernen los que están para ser gobernados, invirtiendo el orden ideal."(1) provoca aclarar que el consenso democrático no implica que gobiernen esos hombres que llaman "adocenados", el consenso democrático implica que participen en la formación y toma de decisiones, incluida, claro está "quien gobierna", pero también "cómo gobierna". ¿Manipulables? sí, en el apoyo, pero también en la protesta, y una de las batallas democráticas es, precisamente, contra el ya famoso "homo videns" sartoriano.

A ésta altura vale la pregunta: ¿a dónde vamos con todo esto?, pero vale igual responder: la pregunta no es por el "a dónde vamos", la pregunta debe ser por: ¿qué vamos a hacer?, porque habrá acuerdo en el sentido de que la aristocracia y oligarquía actual no gobierna para los más, no gobierna para los ciudadanos que día a día, salimos a rifárnosla a la calle, a trabajar y buscar un mayor bienestar propio y de nuestras familias, no gobiernas para nosotros. Habrá acuerdo en que esa masa amorfa que constituimos "los más" y que no somos "aristócratas oligárquicos", políticos, es su nombre de pila, sabemos tomar decisiones, que de hecho, nos la pasamos todos el día, toda la vida, tomando decisiones, y que, en función no de ello, sino por ello, podemos, estamos capacitados, para tomar las decisiones básicas del consenso democrático.

Termino, la democracia implica, porque es uno de sus elementos esenciales, el debate público, y sólo en la medida de que hagamos de éste una cultura podremos a aspirar a una verdadera democracia, que por lo demás, no tiene obligación, porque no es su campo de acción, el erradicar pobreza, distribuir riqueza, generar crecimiento, eso es materia, trabajo, de la economía. La democracia es simplemente un método, un arte digo yo, de tomar las decisiones de gobierno, el endilgarle tareas que no le corresponden, y que por tanto no sabe resolver, es erosionar la idea que sobre ella tenemos, es dictarle sentencia de muerte y abrir el camino para edificar gobiernos sin la participación de la mayoría.

viernes, 13 de abril de 2012

EL CONSENSO POLÍTICO. En pos de una tipología de la formas de gobierno

El acuerdo de los pocos o los muchos, pero no de todos, es lo que, en la esfera del sistema de relaciones de poder encaminadas a determinar o influir en la toma de las decisiones colectivas de carácter obligatorio, denominamos consenso político.

El consenso político tiene dos rasgos esenciales:

  • No implica aceptación o consentimiento del resultado que emana de los acuerdos tomados.  Lo anterior es claro a la luz del ejemplo de un proceso electoral en el que rige el principio de mayoría o, más notoriamente, en el que rige la representación proporcional, proceso que implica  un consentimiento de las reglas (como la de mayoría) que fundamentan el procedimiento de toma de acuerdos, pero no necesariamente los acuerdos. El consenso político es en todo caso una ausencia de negación de los resultados del acuerdo. Determinado por la Real Academia de la Lengua Española como: El acuerdo producido por consentimiento entre todos los miembros de un grupo o entre varios grupos, en el caso del terreno político, dicho acuerdo se refiere sólo a la parte procedimental, es decir, al cómo se toman las acciones de gobierno, más no a las acciones mismas.
  •  Se fundamenta en el principio de tolerancia al disenso, es decir, a la aceptación de la existencia y respeto de postura o posturas distintas a aquellas de las que emana el acuerdo.  La no existencia del disenso elimina el consenso político, en el caso, nos encontramos frente a la unanimidad.  Sin disenso, sin posturas contrarias, no hace falta el consenso político, es decir, ante opiniones iguales, qué caso tiene procurar acuerdos; toda vez que voluntaria o impositivamente se obtiene la unanimidad, el consenso político no tiene razón de ser. En la unanimidad no hace falta deliberar ni acordar, existe ya un resultado conocido, evidente.


A partir de la noción de consenso político propuesta, de su existencia o ausencia, y de la respuesta a la interrogante ¿Quiénes y en qué forma  consensúan?, emana una tipología tripartita de las formas de gobierno.

Partamos de una primera diferenciación, aquella que proviene de la necesidad o no, de tomar acuerdos. Existen sistemas de relaciones de poder, en donde la toma de las acciones de gobierno, es decir, las decisiones generales y obligatorias para la colectividad, requiere de acuerdos entre posturas encontradas, frente a éstos, existen otros sistemas en los cuales las acciones de gobierno son tomadas en unanimidad. Tal unanimidad se presenta algunas veces en forma voluntaria, lo que únicamente es observable en sistemas relativamente pequeños y con alta cohesión; pero la mayoría de las veces la unanimidad proviene de la imposición de quien detenta el poder. Para los fines de nuestra disertación, lo que cuenta es la ausencia o existencia del requerimiento de acuerdos.

En donde no hacen falta los acuerdos, donde el consenso político no es necesario, la forma de gobierno es autocrática, toda vez que las decisiones generales y obligatorias son tomadas por un solo sujeto o entidad -individual o colectiva- (1).

Ahora bien, en los sistemas políticos en los cuales hay que tomar acuerdos, nuestra tipología responde a la interrogante ¿Quién o quiénes y en qué forma consensúan?

Cuando en el consenso político intervienen los más, y la forma es pacífica, estamos en presencia del tipo de gobierno Democrático, sin embargo, el concepto democracia no se agota con el consenso, éste es sólo uno de sus elementos esenciales, junto a él, para que exista la democracia hacen falta la participación y la deliberación.

Autocracia y Democracia son tipos extremos, pero no absolutos; entre ambos, y con ambos, coexiste el tipo de gobierno Partidocrático, que resulta de la toma de acuerdos por los menos, algo que en la antigüedad hubiera podido ser identificado como oligarquía. ¿Quiénes  consensúan  en la partidocracia?, en ella los acuerdos se toman entre las cúpulas dirigentes de los partidos políticos, existe, ciertamente, participación del colectivo mediante procesos electorales, pero los temas a debatir son impuesto desde los partidos, mediante consenso político previamente fraguados entre ellos mismos. 

A diferencia de la democracia, en la partidocracia consensúan los menos, en lugar de los más; la deliberación es cerrada a temas impuestos en lugar de abierta, y la propia deliberación es conducida, cuando no inducida, por los que consensúan (los partidos); finalmente, la participación sólo es plena en la jornada electoral, pero las opciones electorales, son también impuestas, es decir, no hay espacio para operadores políticos fuera de las cúpulas partidistas.

Entre la Autocracia y la Democracia, encontramos la Partidocracia,. Su acercamiento a uno u otro extremo está dado en función del propio consenso político tomado por los partidos políticos, y plasmado en las leyes por ellos consensuadas.


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1. En éste punto sigo básicamente las ideas expresadas por N. Bobbio respeto del tema.